viernes, 1 de diciembre de 2017

HOMENAJE A PASTEUR EN SAN SEBASTIÁN 1922



He aquí, expresado con una sola palabra, el índice de la medicina contemporánea; a lo sumo, ampliado con los títulos y subtítulos nacidos de aquella.

Hoy hace precisamente cien años que en un pueblo del Jura, en Dóle (Francia), nació aquel hombre que supo, en su afán de estudio y perseverancia, acompañado de aquella condición que tan sincera y claramente expuso en los funerales de Litre, revolucionar toda la Medicina, sacándola de las tinieblas, tan propicias al error, y conduciéndola al hermoso campo de la verdad, en el que las teorías ceden el campo a los hechos prácticos derivados de la experimentación.


FOTO 1 La Voz de Guipúzcoa, miércoles 27 de diciembre de 1922. Le Petit Journal, Suplemento especial de un diario, tras su muerte.

Adquiridas las primeras letras en Arbois y obtenido el bachillerato en Besanzón, no tardó en manifestarse su afición por las Matemáticas y la Química, especialmente por esta última, a la que dedicó sus más solícitas afanes y demostrando su aprovechamiento con el hecho de que a los veintidós años entregaba ya el primer fruto de sus observaciones: la separación del paratartrato doble sódico amónico en dos sales de dosimetría y acción inversa. Doctorado en Ciencias físicas y químicas el año 1864 ocupó varias cátedras en Dijón, París, Lila, Estrasburgo, etc.

En 1868 sufrió un fuerte ataque de hemorragia cerebral que le proporcionó la secuela obligada de esta enfermedad, una hemiplejía que a otro que no fuera Pasteur le hubiera relegado al gabinete de descanso, pero que a este infatigable soldado de la Ciencia parece que le prestó mayor fuerza para el estudio, tal vez porque conociendo la suerte que en muchos casos les está reservada a estos enfermos quiso producir en el menor tiempo posible todo aquello de que era capaz su cerebro, despreciando su propia vida, como bien claramente lo dio a entender en aquellas palabras dichas contestando a sus amigos: “La vida no vale más que para ser útil a los demás”.


FOTO 2 Luis Pasteur, eminente sabio francés, bienhechor de la Humanidad y descubridor de la vacuna antirrábica, cuyo centenario del nacimiento celebra hoy Francia y la Ciencia mundial

Dedicado a sus estudios de Química, y ajeno en un todo a las demás ramas de la Ciencia, quiso la casualidad, madre muchas veces de los grandes descubrimientos, que investigando en el campo de la química biológica ésta le arrastrase, por intuición que nunca será bastante agradecida, al vasto y dilatado campo de la Patología. Estudiando los fenómenos de la fermentación, se adentró en el terreno del “mundo de lo pequeño” y fue con este motivo, cuando descubrió la intervención, tan activa que ciertos seres, pequeñísimos por su tamaño pero grandes por su número, tenían en aquellos fenómenos, y al descubrir las levaduras o agentes de la fermentación, descorrió el velo tan tupido que hasta entonces impidió su estudio: reproporcionando a la industria de las bebidas fermentadas esa era de tranquilidad de que hoy goza.

Ya en este camino, y solicitado por las innumerables quejas de la industria serícola, con motivo de una enfermedad que diezmaba los gusanos de seda, y en unión de su esposa e hija, comenzó el estudio de aquella, logrando descubrir la existencia de un parásito del gusano, causa de la enfermedad, conseguido lo cual no fue más difícil hallar el remedio. He aquí el primer paso en el ciclo de las enfermedades contagiosas.

A éste siguió el descubrimiento del agente causal del carbunco, el del cólera de las aves y otros que, a la vez que sirvieron para confirmar la existencia de aquel mundo de lo pequeño, fue también el primer paso en el nunca bien ponderado campo de la vacunación o inmunización; pero, ciertamente, el que tuvo la fuerza de conmocionar, no va a la Medicina sino a todo el mundo, fue el descubrimiento referente a la rabia, y no seguramente porque la rabia matase más número de seres humanos que cualquiera otra enfermedad, sino más bien por la índole moral del padecimiento.


FOTO 3 Luis Pasteur, eminente sabio francés, bienhechor de la Humanidad y descubridor de la vacuna antirrábica, cuyo centenario del nacimiento celebra hoy Francia y la Ciencia mundial

Luis Pasteur, posesionado ya del Laboratorio Biológico y derivados sus estudios hasta este ramo de la Ciencia, empezó sus trabajos acerca de la rabia en 1881, y el 30 de mayo del mismo año presentó a la Academia, en unión de Chamberland, Roux y Thuiller en su primera comunicación acerca de la rabia. Conocida ésta y relacionada con los resultados obtenidos para otras enfermedades, como el carbunco, se afanó en hallar el tratamiento, y en nota presentada el 24 de febrero de 1884 manifiestan los autores antes citados que se ha conseguido la atenuación del virus rábico por pases al mono llegando, por fin, en nueva nota de fecha 25 de octubre de 1885 a determinar con seguridad la obtención de células atenuadas por desecación, con las que se confiere la inmunidad y se consigue anular los efectos de la rabia en los individuos mordidos.

Quiero imaginarme la gran figura de Pasteur, hasta este momento despreocupada de toda sensación que no fuese el conseguir el objeto deseado, operando “in vitro” o bien “in vivo”, pero en este caso sólo sobre organismos animales más o menos alejados del hombre, operaciones que sólo llevarían su ánimo a la consideración de ver morir cientos y cientos de aquellos seres en beneficio del rey de la Creación. Pero ¡qué otras se rían las que se hiciera aquel gran sabio cuando se decidió a experimentar en el hombre!


FOTO 4 Luis Pasteur, eminente sabio francés, bienhechor de la Humanidad y descubridor de la vacuna antirrábica, cuyo centenario del nacimiento celebra hoy Francia y la Ciencia mundial, 1885

Si Pasteur hubiera dejado escritas aquellas que experimentó a las ocho de la mañana del día 6 de julio de 1885, cuando empuñando la jeringuilla de Pravaz se disponía a inyectar aquella sustancia tan terrible, como hasta entonces había sido tenido el virus rábico, bajo la piel del que en el transcurso del tiempo había de ver impreso su nombre en todos los idiomas del joven Joseph Meister, qué hermoso estudio psicológico se hubiera sentado. Algo deja traslucir el sabio en sus palabras con aquel motivo: “La muerte de este niño, pareciendo inevitable, me decidió, no sin vivas y crueles inquietudes, como puede calcularse, a intentar sobre Joseph Meister el método que me había siempre resultado en los perros”.

Pasteur, que como todo sabio de veras fue modesto, estuvo en posesión de todos los honores imaginables; pero todos, excepción de algunos alemanes que rehusó, los aceptó en nombre de la Ciencia más que personalmente: tuvo la fuerza de provocar suscripciones nacionales e internacionales para dotarle de medios de estudio: agrupó a su alrededor una serie de discípulos que, con el tiempo, habían de ampliar su gran obra y fue, en fin, el hombre modesto que sin vestirse en títulos académicos que dan capacidad legal, pero no siempre real, actuó como químico, médico, veterinario y tantas otras profesiones, lo que ha dado lugar a no pocas equivocaciones acerca de su verdadero título oficial, sin que en realidad estuviese en posesión de los que se le atribuían, pues ciertamente él no fue otra cosa que un fiel cumplidor del pensamiento que expuso en los funerales de Litre:
“Feliz el hombre que lleva dentro de sí una divinidad, un ideal de arte, un ideal de ciencia, un ideal de patria y un ideal de las virtudes del Evangelio. Estos son los manantiales vivientes de los grandes pensamientos y de las grandes acciones. Todo se ve claro a la luz de lo infinito”. ZIAS (1).


FOTO 5 Louis Pasteur en su laboratorio. Grabado de 1880

En la Academia Médico – Quirúrgica

En Honor de Pasteur

Según lo teníamos anunciado, en la Academia Médico-Quirúrgica se celebró anoche, a las seis, una sesión para honrar la memoria del gran biólogo francés Pasteur, en el centenario de su nacimiento.

Al acto asistieron numerosos médicos y veterinarios de San Sebastián y de algunos pueblos de la provincia.

La sesión dio principio con unas breves palabras del presidente de la Academia doctor Egaña, que enalteció con acertadas frases la gran figura científica de Pasteur.

Recogiendo lo manifestado por el doctor Calmette en la Academia de Medicina francesa, dijo el señor Egaña que el mayor elogio que podía hacerse de Pasteur lo hacían las estadísticas citando algunas muy interesantes para poner de relieve cómo los descubrimientos y métodos del eminente químico han disminuido notablemente las probabilidades de muerte en diversas enfermedades infecciosas.


FOTO 6 Behring vende su terapia de suero de la difteria en una botica, en esta caricatura de 1894

Seguidamente, el doctor Larumbe leyó un curioso trabajo de sabor literario, para probar el vasto campo de la cultura de Pasteur, de quien pudiera decirse, con igual razón en todos los casos, que fue bacteriólogo, veterinario, médico, cirujano, farmacéutico, agrónomo, biólogo, filósofo, siendo siempre también filántropo, trabajador infatigable y predicador con el ejemplo.

A continuación, el doctor Gomayo, de Vera, expuso un caso clínico muy propio para la controversia. Una niña de ocho años es mordida en Vera por un perro que se supone hidrófobo. El perro es sacrificado y se comprueba que no estaba hidrófobo. La niña es sometida al tratamiento antirrábico; pero, a pesar de esto, a los 27 días enferma y fallece, con síntomas de hidrofobia, según el médico de cabecera.

Extraído el bulbo raquídeo y parte del cerebelo, se inocula con sustancia medular a tres conejos, dos de los cuales fallecen y el uno vive.

¿Murió la niña de rabia? En caso afirmativo, ¿qué virus lo produjo la hidrofobia? ¿Fue el perro? ¿Fue el virus del laboratorio?

Acerca de estas cuestiones se planteó un debate interesantísimo, en el que, además del señor Gomayo y el veterinario de Vera señor Eraña, intervinieron los señores Celaya, Anguera y Sáiz, rectificando algunos de ellos y dejando pendiente de afirmación la interrogante de si la niña falleció o no de hidrofobia.


FOTO 7 Luis Pasteur, ilustración de 1884

Bibliografía
1.- La Voz de Guipúzcoa, miércoles 27 de diciembre de 1922, página 1
2.- La Voz de Guipúzcoa, miércoles 28 de diciembre de 1922, página 2

Manuel Solórzano Sánchez
Graduado en Enfermería. Servicio de Traumatología. Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. OSI- Donostialdea. Osakidetza- Servicio Vasco de Salud
Insignia de Oro de la Sociedad Española de Enfermería Oftalmológica 2010. SEEOF
Miembro de Enfermería Avanza
Miembro de Eusko Ikaskuntza / Sociedad de Estudios Vascos
Miembro de la Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro de la Red Cubana de Historia de la Enfermería
Miembro Consultivo de la Asociación Histórico Filosófica del Cuidado y la Enfermería en México AHFICEN, A.C.
Miembro no numerario de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. (RSBAP)

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