martes, 30 de abril de 2013

TAN IMPORTANTE Y TAN OLVIDADA... EDUCACIÓN PARA LA SALUD

Va a hacer ya 13 años, fue en julio de 2000, que pude realizar el PAJEPS. Se trata del Programa de Agentes Jóvenes en Educación para la Salud, y del que cada año os informo en el foro y en este blog.
Este año se cumple el 18º aniversario del programa, mira que van años!!! y sigue con la misma filosofía y cada vez más ganas de formar a gente joven como Agentes de Salud.
Por suerte, aparte de la formación recibida, de lo aplicativo que se puede llevar a la práctica de Enfermería, me quedo con la convivencia con el resto de jóvenes y sobre todo con los amigos que me llevé... siempre lo repito, somos una gran familia.
Para este año, desde FUNDADEPS han editado un interesante video de presentación que realmente vale la pena. Podéis verlo en el siguiente enlace de Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=xcWBD3tJ6xk
En él, comienza la Dra. Sáinz con un resumen de la filosofía del programa y muestra cuán grande es ya la comunidad de PAJEPS.
Después, se van intercalando intervenciones de Marta Ampuero, coordinadora de PAJEPS que nos informa de cómo podemos inscribirnos, plazos y requisitos, junto con opiniones de un par de agentes de salud formadas en los 2 últimos años. No puedo olvidarme de Julio, enfermero, actual docente del concurso, y que representa a los varios profesores presentes en el programa. Sin duda, os recomiendo las intervenciones de Alfonso Antona, que espero que este año también forme parte del equipo docente. 
Sin duda, es una buena opción formativa, que este año me gustaría recomendar a los residentes de Enfermería Familiar y Comunitaria como complemento a su formación en Promoción de la Salud y Educación para la Salud. 

domingo, 28 de abril de 2013

LA FIGURA DE LA MATRONA EN LOS TEXTOS SAGRADOS



UNA VISIÓN HISTORIOGRÁFICA

AUTORAS:
Catalina Fajardo Flores y Ana Belén Gabarre Asín, matronas del Hospital San Pedro de Logroño – La Rioja. Este trabajo lo presentaron como comunicación en el I Congreso Internacional Virtual de Matronas del 1 al 15 de junio de 2011, organizado por Matronas en Red.

Catalina Fajardo Flores. Diplomada Universitaria en Enfermería. Escuela Universitaria de Enfermería Antonio Coello Cuadrado, Logroño, La Rioja. Universidad de La Rioja. Especialista en Enfermería Obstétrico Ginecológica (Matrona). Matrona de la Unidad de Partos del Complejo Hospitalario San Millán- San Pedro, de Logroño. Su correo es: catidue@hotmail.com

Ana Belén Gabarre Asín. Diplomada Universitaria en Enfermería en la Universidad de La Rioja. Especialista en Enfermería Obstétrica y Ginecológica. En la Unidad Docente del Complejo Universitario de Albacete. Matrona de la Unidad de Partos del Complejo Hospitalario San Millán- San Pedro, de Logroño. Su correo es: belengaba@hotmail.com

FOTO AUTORAS

INTRODUCCIÓN
El oficio y la profesión de Matrona, al igual que la administración de cuidados materno- infantiles, se remonta al principio de los tiempos, tal y como consta en testimonios escritos, iconográficos, restos materiales, etc.

Los documentos y obras historiográficas en las que nos podemos basar para reconstruir la historia de las Matronas, tienen contenidos variados desde la aparición de la escritura: religioso (Antiguo Testamento, Evangelios Apócrifos, …), docente (tratados y manuales docentes ideados para la formación de la matrona), legislativos (leyes y decretos que intentan regular el trabajo de la matrona a lo largo de los siglos), administrativos (contratos de trabajo, que especifican las tareas a desarrollar por la partera) 1- 2- 3- 11- 12

La figura de la partera siempre ha existido, (desde los pueblos más antiguos, egipcios, griegos, romanos, hebreos, hasta nuestros días), pero con diferentes nombres. Esas parteras de la antigüedad eran mujeres autodidactas, que no tenían ninguna preparación, entrenamiento, o educación especial. Ejercían el arte de la obstetricia siguiendo las normas empíricas recibidas por la tradición oral a través de las parteras más antiguas y experimentadas, y de su propia experiencia.1- 2- 3- 4- 11- 12

OBJETIVO
Conocer las referencias historiográficas de la figura de la matrona en diversos Textos Sagrados.

MÉTODO
En este artículo se va a hacer una revisión historiográfica del Antiguo Testamento, en el que se hace referencia a la Partera en los libros del Génesis y del Éxodo, además del Protoevangelio de Santiago y del Protoevangelio Pseudo Mateo, en los que se recogen reseñas sobre la Matrona en el nacimiento tanto de la Virgen María como de Jesús.

DESARROLLO
Exposición de las citas en las que se hace referencia a la figura de la Matrona en los Textos Sagrados revisados.

ANTIGUO TESTAMENTO
Dentro del Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, se recoge el nombre de la primera matrona conocida de la historia, a la que se sitúa en Palestina:Débora, la nodriza de Rebeca, murió y fue sepultada en las inmediaciones de Betel, debajo de una encina” (Génesis 35, 8). Débora fue nodriza de Rebeca, la mujer de Isaac y madre de Jacob y Esaú, a la que ayudó en sus partos y a lo largo de toda su vida.8- 11.

La figura de las comadronas es de cardinal importancia en la asistencia, acompañamiento y soporte de las mujeres en el trance del parto, ya que el origen del dolor durante el parto, según los Textos Sagrados, proviene del castigo impuesto a Eva por su desobediencia a Dios: “Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor”. (Génesis 3, 16).8

También en el Génesis se describe el parto complicado de Raquel, mujer de Jacob, que falleció en el parto, y el nacimiento de Benjamín. Partieron de Betel, y cuando aún faltaba un trecho hasta Éfrata, Raquel tuvo un mal parto. Sucedió que, en medio de los apuros del parto, le dijo la comadrona: «¡Animo, que también este es hijo!» Entonces ella, al exhalar el alma, cuando moría, le llamó Ben Oní; pero su padre le llamó Benjamín”. (Génesis 35, 16- 18). En este fragmento se hace referencia a la primera muerte materna durante el parto de la historia, además de describirse como la comadrona, con un tacto vaginal, descubre el sexo del bebé ya que se trataba de una presentación de nalgas.2- 4- 8- 11- 12

En otra cita del Génesis, se recoge el nacimiento de los gemelos de Tamar, nuera de Judá, y se describen las maniobras que la partera hace en este parto. Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano, y la partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, diciendo: «Este ha salido primero.» Pero entonces retiró él la mano, y fue su hermano el que salió. Ella dijo: «¡Cómo te has abierto brecha!» Y le llamó Peres. Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata, y le llamó Zéraj” (Génesis 38, 28-30). De esta cita se concluye que la comadrona estaba presente y activa en el parto y era consciente del embarazo gemelar, además de ser capaz de enfrentarse a una presentación complicada. Ella dio fe del nacimiento de ambos gemelos, dejando claro quién era el primogénito. La supervivencia de los dos recién nacidos indica la competencia de la comadrona, que se abstuvo de tirar o amputar el brazo prolapsado.2- 4- 8- 11- 12

En el libro del Éxodo, se recoge la forma de parir de las hebreas sobre dos piedras, y que las comadronas eran mujeres en edad reproductiva. Incluso se cita el nombre de dos parteras: Sifrá y Púa, “El rey de Egipto dio también orden a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá, y la otra Puá, diciéndoles: «Cuando asistáis a las hebreas, observad bien las dos piedras: si es niño, hacedle morir; si es niña dejadla con vida.» Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños. Llamó el rey de Egipto a las parteras y les dijo: «¿Por qué habéis hecho esto y dejáis con vida a los niños?» Respondieron las parteras al Faraón: «Es que las hebreas no son como las egipcias. Son más robustas, y antes que llegue la partera, ya han dado a luz.» Y Dios favoreció a las parteras. El pueblo se multiplicó y se hizo muy poderoso. Y por haber temido las parteras a Dios, les concedió numerosa prole. “(Éxodo 1, 15- 21).2- 4- 8- 11- 12

En otra cita del Libro del Éxodo también se alude a las comadronas diciendo que “ellas asistirán a la parturienta y remontarán su moral”. (Éxodo 18).8

EVANGELIOS APÓCRIFOS
El término “apócrifo” fue adoptado por la Iglesia para designar los libros cuyo autor era desconocido, en los cuales desarrollaban temas ambiguos, que aun presentándose con carácter sagrado, no tenían solidez en su doctrina e incluían elementos contradictorios a la verdad revelada. Esto hizo que estos libros fueran considerados como “sospechosos” y en general poco recomendables.

El “Protoevangelio de Santiago” (Siglo II) es el escrito apócrifo ortodoxo más antiguo que se conserva íntegro y que más ha influido en las narraciones sobre la vida de María y de la infancia de Cristo. Este escrito realizado por un desconocido, se atribuyó a Santiago el Menor, con el fin de que alcanzara popularidad y prestigio.

En el Protoevangelio de Santiago se recoge el nacimiento de María: Los meses de Ana se fueron cumpliendo, hasta llegar al noveno mes y dio a luz, cual fue la alegría de Ana, cuando sintió el primer llanto, y sin preocuparse del normal instante de dolor físico del parto, preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña, la tomo en sus brazos, la acarició tiernamente, entonces Ana expresó: “Mi alma se ha glorificado en este día”. Y reclinó a la niña en la cuna. Habiéndose transcurrido el tiempo marcado por la ley, Ana se purificó, dio el pecho a la niña y le puso por nombre Miriam (María) (Protoevangelio de Santiago, XI, 5, 2).9

FOTO 002 Imagen 1: Nacimiento de la Virgen María. Giotto. Capilla Scrovegni. Padua. (Italia).Siglo XIV.5

Respecto al nacimiento de Jesús en el Protoevangelio de Santiago está escrito:
Y he aquí que una mujer descendió de la montaña, y me preguntó: ¿Dónde vas? Y yo repuse: En busca de una partera judía. Y ella me interrogó: ¿Eres de la raza de Israel? Y yo le contesté: Sí. Y ella replicó: ¿Quién es la mujer que pare en la gruta? Y yo le dije: Es mi desposada. Y ella me dijo: ¿No es tu esposa? Y yo le dije: Es María, educada en el templo del Señor, y que se me dio por mujer, pero sin serlo, pues ha concebido del Espíritu Santo. Y la partera le dijo: ¿Es verdad lo que me cuentas? Y José le dijo: Ven a verlo. Y la partera le siguió.

Y llegaron al lugar en que estaba la gruta, y he aquí que una nube luminosa la cubría. Y la partera exclamó: Mi alma ha sido exaltada en este día, porque mis ojos han visto prodigios anunciadores de que un Salvador le ha nacido a Israel. Y la nube se retiró en seguida de la gruta, y apareció en ella una luz tan grande, que nuestros ojos no podían soportarla. Y esta luz disminuyó poco a poco, hasta que el niño apareció, y tomó el pecho de su madre María. Y la partera exclamó: Gran día es hoy para mí, porque he visto un espectáculo nuevo.

Y la partera salió de la gruta, y encontró a Salomé, y le dijo: Salomé, Salomé, voy a contarte la maravilla extraordinaria, presenciada por mí, de una virgen que ha parido de un modo contrario a la naturaleza. Y Salomé repuso: Por la vida del Señor mi Dios, que, si no pongo mi dedo en su vientre, y lo escruto, no creeré que una virgen haya parido.

Y la comadrona entró, y dijo a María: Disponte a dejar que ésta haga algo contigo, porque no es un debate insignificante el que ambas hemos entablado a cuenta tuya. Y Salomé, firme en verificar su comprobación, puso su dedo en el vientre de María, después de lo cual lanzó un alarido, exclamando: Castigada es mi incredulidad impía, porque he tentado al Dios viviente, y he aquí que mi mano es consumida por el fuego, y de mí se separa.

Y se arrodilló ante el Señor, diciendo: ¡Oh Dios de mis padres, acuérdate de que pertenezco a la raza de Abraham, de Isaac y de Jacob! No me des en espectáculo a los hijos de Israel, y devuélveme a mis pobres, porque bien sabes, Señor, que en tu nombre les prestaba mis cuidados, y que mi salario lo recibía de ti.

Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciendo: Salomé, Salomé, el Señor ha atendido tu súplica. Aproxímate al niño, tómalo en tus brazos, y él será para ti salud y alegría.

Y Salomé se acercó al recién nacido, y lo incorporó, diciendo: Quiero posternarme ante él, porque un gran rey ha nacido para Israel. E inmediatamente fue curada, y salió justificada de la gruta. Y se dejó oír una voz, que decía: Salomé, Salomé, no publiques los prodigios que has visto, antes de que el niño haya entrado en Jerusalén”. (Protoevangelio de Santiago, Cap. 17- 22).9

FOTO 003 Imagen 2. Capitel románico de la galería porticada de la Iglesia de la Asunción de Duratón, Segovia. (España). 1203 (Siglo XIII). Escena neotestamentaria de influencia apócrifa. En el capitel se representa a la Virgen asistida por dos comadronas en el momento del parto (Salomé y Zelomí) y se muestra al Niño junto a las cabezas del buey y la mula.6

FOTO 004 Imagen 3: La partera Salomé muestra su brazo paralizado Friso de la Cátedra del Obispo Maximiliano de Ravena (Italia). Siglo VI.7

Esta escena con las comadronas solo se halla en los escritos apócrifos como el Pseudo Mateo y el Protoevangelio de Santiago. Se cuenta en esos apócrifos que la partera Salomé no creyendo que María seguía siendo virgen después del parto, decide comprobarlo por ella misma, palpando a María. Por su incredulidad su mano queda paralizada al instante, siendo después curada por el niño Jesús. La partera, maravillada por el milagro, decide ser la partera de Jesús de por vida.

Sobre este mismo hecho, en el Protoevangelio Pseudo Mateo se recoge:
Te he traído dos comadronas, Zelomí y Salomé, mas no osan entrar en la gruta a causa de esta luz demasiado viva. Y María, oyéndola, sonrió. Pero José le dijo: No sonrías, antes sé prudente, por si tienes necesidad de algún remedio. Entonces hizo entrar a una de ellas. Y Zelomí, habiendo entrado, dijo a María: Permíteme que te toque. Y, habiéndolo permitido María, la comadrona dio un gran grito y dijo: Señor, Señor, ten piedad de mí. He aquí lo que yo nunca he oído, ni supuesto, pues sus pechos están llenos de leche, y ha parido un niño, y continúa virgen. El nacimiento no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre, y el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido, virgen ha parido, y virgen permanece.

Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé, dijo: Yo no puedo creer eso que oigo, a no asegurarme por mí misma. Y Salomé, entrando, dijo a María: Permíteme tocarte, y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomí es verdad. Y, como María le diese permiso, Salomé adelantó la mano. Y al tocarla, súbitamente su mano se secó, y de dolor se puso a llorar amargamente, y a desesperarse, y a gritar: Señor, tú sabes que siempre te he temido, que he atendido a los pobres sin pedir nada en cambio, que nada he admitido de la viuda o del huérfano, y que nunca he despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he aquí que hoy me veo desgraciada por mi incredulidad, y por dudar de vuestra virgen.

Y, hablando ella así, un joven de gran belleza apareció a su lado, y le dijo: Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano, y él te curará, porque es el Salvador del mundo y de cuantos esperan en él. Y tan pronto como ella se acercó al niño, y lo adoró, y tocó los lienzos en que estaba envuelto, su mano fue curada” (Peudo Mateo, Caps. 3-5).10

FOTO 005 Textos sagrados

CONCLUSIÓN
Como conclusión sólo decir que estas citas vienen a confirmar que la profesión de matrona ha existido desde el inicio de los tiempos, pues siempre la mujer ha solicitado ayuda de otras mujeres con mayor experiencia para llevar a buen fin su maternidad.

Además, en el caso de las parteras hebreas, gracias a los textos sagrados podemos reconstruir su historia y constatar que tenían un elevado reconocimiento social, gracias a su arte (ya que se requerían habilidad, paciencia y condiciones naturales para ser parteras), y a su ciencia (ya que precisaban conocimientos contrastados y derivados de la experiencia), pilares ambos del oficio de partera en esa época.


BIBLIOGRAFÍA
1.- Cabré, M. y Ortiz, T. Sanadoras, matronas y medicas en Europa .Siglos XII-XX. Ed. Icaria. Barcelona, 2001.
2.- Cruz y Hermida, J., Las Matronas en la historia desde la mitología a nuestros días, Plaza Ed., Madrid, 2007.
3.- De la Fuente, P., Imágenes con Historia: Gestación, parto y lactancia, Ed. Lab. FERRING, Madrid, 2007.
4.- García, M. y García, A. C. Las funciones de la matrona en el mundo antiguo y medieval. Una mirada desde la historia. Revista Matronas Profesión. 2005. 6 (1): 11- 18.
5.- Imagen 1: Nacimiento de la Virgen María. Giotto. Capilla Scrovegni. Padua. (Italia). Siglo XIV.
6.- Imagen 2. Capitel románico de la galería porticada de la Iglesia de la Asunción de Duratón, Segovia. (España). Año 1203 (Siglo XIII). Escena neotestamentaria de influencia apócrifa, en la que se representa a la Virgen asistida por dos comadronas en el momento del parto (Salomé y Zelomí).
7.- Imagen 3: La partera Salomé muestra su brazo paralizado. Friso de la Cátedra del Obispo Maximiliano de Rávena (Italia). Siglo VI.
8.- La Santa Biblia; Antiguo Testamento (Génesis y Éxodo).
9.- Protoevangelio de Santiago.
10.- Protoevangelio Pseudo Mateo.
11.- Rodríguez Rozalén, M. A., Manual práctico para Matronas, Aran Ed., Madrid, 1999.
12.- Towler, J., Bramall, J., Comadronas en la historia y en la sociedad, Ed. Masson, Barcelona, 1997.


AGRADECIMIENTOS
Colegio Oficial de Enfermería de La Rioja
Pedro Vidal Hernández
AYER Y HOY DE LA ENFERMERÍA EN LA RIOJA.2012
Catalina Fajardo Flores
Ana Belén Gabarre
Matronas de la Unidad de Partos del Complejo Hospitalario San Millán - San Pedro, de Logroño


COLABORADORES:
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Salud de Castilla – La Mancha. Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y Sangradores

Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
Miembro no numerario de La RSBAP

sábado, 20 de abril de 2013

LA EPIDEMIA DE CÓLERA DE 1834 EN ÁLAVA



EL CÓLERA EN LAS TRANSFORMACIONES DEL SIGLO XIX EN ÁLAVA. LA EPIDEMIA DE 1834

Tesis defendida por el extraordinario enfermero alavés Manuel Ferreiro Ardións, hoy Doctor en Geografía e Historia por la Universidad del País Vasco, UPV/EHU, al que el tribunal le otorgó la nota de “Apto Cum Laude”. Este experto enfermero de la Historia de la Enfermería trabaja como enfermero asistencial en el Hospital Universitario de Álava. Además es licenciado en Geografía e Historia. Miembro con su compañero Juan Lezaun Valduvieco de la Comisión de Historia y Humanidades del Colegio de Enfermería de Álava. Profesor acreditado por el Servicio Estatal de Empleo para la formación en la Rama Sanitaria, Profesor contratado de Grado Medio de Auxiliar de Enfermería. Autor y coautor de más de una veintena de estudios referidos a la Historia de la profesión enfermera. Su correo: mferreiro@euskaltel.net

FOTO 001 El autor Manuel Ferreiro y la portada de su Tesis

El Director de su Tesis fue Antonio Rivera Blanco, Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV/EHU. Y el tribunal estuvo compuesto por su presidente Pedro Carasa Soto, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid. Los vocales: Mª Estíbaliz Ruiz de Azúa Martínez de Ezquerecocha, Titular de universidad, acreditada Catedrática, de la Universidad Complutense de Madrid. José María Ortíz de Orruño Legarda, Profesor Titular de la UPV/EHU. Pedro Oliver Olmo, Profesor Titular de la Universidad de Castilla-La Mancha. Y Mercedes Arbaiza Vilallonga, Profesor Titular de la UPV/EHU.

FOTO 002 Tribunal de la Tesis de Manuel Ferreiro

En su presentación nos cuenta que “Las connotaciones de terror con las que relacionamos los procesos epidémicos catastróficos a lo largo de la historia tienden a valorarse casi exclusivamente en función de la mayor o menor dentellada que infringieron a las pirámides de población. Así, en Álava, la epidemia de cólera de 1855 es destacada en cualquier texto que aborde el siglo XIX provincial como elemento desestabilizador demográfico, económico o social a partir de las llamativas cifras de mortalidad que plasman los documentos, marginando por el contrario las epidemias de 1885 y 1834 por sus discretas cifras de devastación humana que conocemos. No se matiza, sin embargo, que los datos de 1834 fueron recopilados a posteriori en medio de una guerra, lo que desvirtúa cualquier mínimo parecido con la realidad; y en cuanto a la de 1885, en teoría y con las cifras clásicas la más virulenta, no se señala que su pecado para no entrar en la Historia fue saltarse Vitoria, lo que la convirtió en anónima documental a pesar del daño causado en los núcleos rurales y estimular, aún más, la emigración de fin de siglo hacia los incipientes reductos industriales y a la América mitificada”.

El término cólera como entidad patológica había sido sistematizado por Sydenham bajo la taxonomía de cholera morbus a finales del siglo XVII, englobando en ella manifestaciones clínicas de algunos procesos gastroentéricos abruptos de predominio estival; y por extensión, en el desconocimiento de los muy diversos agentes causales, asumía una misma identidad nosológica para aquellas formas clínicas que habían tenido cierta presencia en los manuales médicos europeos del XVI y el XVII a partir de los intercambios comerciales y la presencia europea en el sudeste asiático

El cólera es una enfermedad infecciosa cuyo reservorio es casi exclusivamente humano aunque puede sobrevivir bajo determinadas condiciones en otros medios de manera temporal, caso del agua, vector de transmisión que le otorga un gran poder de diseminación adquiriendo entonces comportamientos epidémicos. Su clínica es fundamentalmente gastroentérica, caracterizada por diarreas persistentes que causan deshidrataciones severas pudiendo llevar a la muerte de las personas infectadas en cuestión de horas o pocos días si no reciben un tratamiento adecuado. Hasta inicios del siglo XIX no se tiene constancia de que afectara a Europa, pero a partir de entonces se sucedieron varias epidemias cuyos testimonios de terror son equiparables a los que se asocian a la peste.

FOTO 003 Fig.1. Gaceta de Madrid nº 171. 1835

Álava sufrió a lo largo del siglo XIX tres epidemias de cólera, en 1834, 1855 y 1885, de las que ha trascendido fundamentalmente la de mediados de siglo verbigracia del magnífico estudio que de ella realizara un coetáneo de la misma, el cirujano municipal de Vitoria Gerónimo Roure, y de su eco en los trabajos sobre el cólera en la provincia que se harían en los años 80 y 90 del siglo XX. Sin embargo, la exaltación de la epidemia de 1855 por mejor conocida, oculta que las cifras de la epidemia anterior, la de 1834, son totalmente irreales ya que al desconocimiento de la enfermedad se unió la coincidencia en el tiempo con la Primera Guerra Carlista, lo que condicionó sobremanera la recogida de datos de aquella epidemia, siendo de hecho minimizada desde las cifras oficiales (Figura 1) y, por reflejo de ellas, en los estudios históricos y demográficos de la provincia que se harían posteriormente hasta la actualidad.

Partiendo de estas premisas, se ha procedido a realizar un acercamiento a la mortalidad atribuible al cólera de 1834 en Álava a partir de la mortalidad absoluta, tomando por ésta la que ha quedado registrada en los libros sacramentales. De su análisis preliminar quedan patentes dos elementos fundamentales: por un lado, la evidente sobremortalidad que sufrió la provincia ese año con respecto a las defunciones sacramentadas en el decenio 1830-1839 (Fig. 2) y, por otro, la concentración de esa sobremortalidad de 1834 en los meses coincidentes con la declaración oficial de cólera en Álava, de agosto a noviembre (Fig. 3).

FOTO 004 Fig. 2 y Fig. 3. Elaboración de Manuel Ferreiro

No obstante esta clara elevación de la mortalidad, dado que la epidemia aconteció en un contexto bélico, ha sido necesario analizar la influencia de la guerra en la provincia y la potencial situación de hambruna vivida para estudiar su impacto sobre la mortalidad ordinaria, tratando de aislar lo máximo posible la variable del cólera en 1834. El diseño estadístico ha relacionado la mortalidad del periodo agosto-noviembre de 1834 con la mortalidad media de ese periodo en el decenio 1830-1839, que engloba tanto años de mortalidad ordinaria como los años de la Primera Guerra Carlista, en todas las localidades alavesas de las que se cuenta registro sacramental de defunción (Se obtuvieron resultados de 442 parroquias que se corresponden con 405 localidades existentes en 1834 y 390 del nomenclátor actual de Álava, un 91,3 % del total).

Entre las conclusiones alcanzadas en este análisis estadístico, destaca en primer lugar que la crisis de mortalidad del año 1834 en Álava fue sustentada básicamente por el cólera, siendo responsable de un mínimo de 1.166 muertes en Álava entre los meses de agosto y noviembre de ese año, tres veces más de lo considerado con las cifras oficiales, y que 145 localidades alavesas, reiterando su carácter de mínimo, sufrieron la epidemia frente a las 38 conocidas hasta ahora, lo que supone la aparición del cólera aquel año en la práctica totalidad de los municipios alaveses (Fig. 4). Además, se evidencia que la duración de la epidemia fue mayor, iniciándose por lo menos en julio y perdurando casos en el mes de diciembre.

FOTO 005 Fig. 4. Elaboración de Manuel Ferreiro

Estas cifras, y su distribución en el tiempo y en el espacio, modifican por completo no sólo la crónica de aquella epidemia, sino que, además, exigen responder a nuevas cuestiones sobre la influencia del cólera en la evolución demográfica provincial que, con las cifras oficiales, se habían minusvalorado en los estudios previos a favor de la interpretación de la Guerra Carlista como causa explicativa, única y suficiente, de la generación hueca que se evidencia para los nacidos entre 1832 y 1842 según el censo de 1857.

Además de estas conclusiones de carácter cuantitativo se han obtenido otras a partir del análisis de las fuentes documentales desde perspectivas sociales, mentales y culturales. Así, cabe destacar que las medidas que se pusieron en marcha con la finalidad de frenar el avance de la enfermedad, prevenir su aparición o combatir sus efectos, en general resultaron del todo inútiles, pues la base teórica del Higienismo sobre la que apuntalaban toda acción antiepidémica era falsa respecto al cólera.

Esta base teórica, sustentada por una actualización de las constituciones medioambientales hipocráticas, defendía que todos los procesos morbosos epidémicos respondían a una alteración de las propiedades físicas y químicas de la atmósfera, que se veían influenciadas, entre otras, por las emanaciones pútridas desde el suelo, el agua o las concentraciones de algunos seres humanos en descomposición, caso de los cementerios, pero también de las cárceles o los hospitales.

FOTO 006 Litografía de la Calle de la Herrería de Vitoria.

Estas teorías se habían desarrollado a lo largo del siglo XVIII y generaron entre los ilustrados la necesidad de actuar sobre estos factores de riesgo, siendo en el caso alavés paradigmáticos los escritos del vitoriano Valentín de Foronda. No obstante, la traslación al plano real fue muy limitado, apenas perceptible en la renovación urbana de Vitoria a finales del XVIII y en el emblemático año de 1820 -además de las imposiciones francesas durante la ocupación-, pues la mera existencia de una estrategia para un adoctrinamiento higiénico-sanitario por parte de las élites ilustradas no fue suficiente para vencer las resistencias al cambio, haciéndose necesario la aparición de un suceso alienador que hiciera deseable el nuevo modelo. Los ilustrados esperaban a la peste, pero en su lugar hizo su presencia una epidemia desconocida que sin embargo no desmerecería a aquella en su impacto sobre la mentalidad popular, hasta el punto de confundirse en el lenguaje a ambas.

FOTO 007 Manuel Ferreiro defendiendo su Tesis

A lomos del cólera la estrategia adoctrinadora se abriría paso a lo largo del siglo XIX, siendo el caso alavés buen testimonio de su evolución. En los prolegómenos y durante la epidemia de 1834, discurso y acciones respondieron con fidelidad a los postulados antiepidémicos del Higienismo ilustrado, centrándose en intervenciones ambientales, sobre todo de carácter urbano y, en consideración al axioma de la inviolabilidad de la propiedad privada, público. Los hogares o las personas aparecen colectivizadas y sólo se señalan como elementos de riesgo desde la marginalidad: vagabundos, presos, enfermos; sin embargo, a partir de la experiencia del cólera de ese año el discurso irá cambiando y, del carácter eminentemente público del riesgo, se avanza hacia el reconocimiento de algunos espacios privados como guarida del mal. La habitación del pobre pasa a ser tema reiterado entre los médicos vitorianos de la segunda mitad del siglo XIX, de Roure a Apraiz, señalándola abiertamente como peligro sanitario y, por extensión, a sus moradores como sospechosos de criar al mal colérico como antaño se había dicho de los vagabundos y otros desheredados. La expansión de Vitoria hacia el sur, superando la colina medieval y los restos de sus murallas, responde, dentro de su multifactorialidad, a un deseo de segregación espacial como reacción al discurso higiénico-sanitario.

Así, en esa conversión del espacio jugará un papel decisivo la Medicina, en cuanto que a ella se le facultará como experta en salubridad urbana desde la primera epidemia de cólera. Y, desde la segunda, se le otorgará el derecho para allanar las moradas en nombre de la misma salubridad, permitiéndole avanzar a finales de siglo, ya bajo el amparo de la bacteria en lugar del miasma, hacía el último reducto físico, el propio cuerpo, en un paulatino proceso de medicalización de la sociedad. El cólera había encumbrado a la Clase médica como la peste medieval lo había hecho a la Clase sacerdotal.

CONCLUSIONES
Ante condiciones favorables, como sucedió en Europa durante el siglo XIX, el cólera es una enfermedad de fácil transmisión y diseminación que le permite expandirse de manera epidémica y pandémica. El relato de los coetáneos de aquellas epidemias, que podrían confundirse perfectamente con el de la peste negra, y el determinismo de las revisiones históricas contemporáneas insistiendo en la pervivencia, en la Europa del XIX, de unas intemporales condiciones higiénico-sanitarias prebacterianas que explican el cólera como algo casi inevitable, sitúan a aquellas epidemias en un contexto de apariencia lejano y totalmente superado hoy día. Y, si embargo, el cólera tiene plena vigencia y actualidad en amplias regiones del planeta constituyendo una amenaza potencial para el resto, de lo que deja constancia el hecho de que se incluye dentro del grupo de enfermedades de declaración obligatoria por la O.M.S.

Desde su redil en las llanuras y delta del Ganges en aquellas epidemias del ochocientos a la actualidad, el vibrión colérico ha colonizado de manera estable el sudeste asiático, y vastas zonas de América y África subtropical, en los que se presentan cíclicos brotes de carácter endémico.

El actual conocimiento de la fisiopatología y epidemiología del cólera permite corregir de forma eficiente los determinantes de salud implicados en su aparición y propagación en países con mínimas estructuras de desarrollo técnico y económico, si bien la fragilidad de estas medidas en algunas naciones les hacen susceptibles de padecer verdaderas epidemias en contextos de crisis -como los desastres naturales- y, en cualquier caso, no suponen una garantía de inmunidad ni siquiera en los países más desarrollados, pues resulta imposible poner fronteras al cólera.

Este conocimiento sobre el cólera tiene unos orígenes remotos, considerándose que algunas descripciones hipocráticas pudieran aludir al cólera del Índico, aunque sólo adquiere protagonismo en la literatura científica a partir de las invasiones europeas del siglo XIX.

Aunque Snow vinculó el cólera con el suministro de agua en 1849, ello apenas incidió en los mecanismos de profilaxis, siendo la fecha de corte para una lucha efectiva contra la enfermedad el descubrimiento del agente biológico causal en 1883, si bien la epidemia entonces en curso no se vio todavía beneficiada -como tampoco con la vacuna ensayada por Ferrán en 1885-, finalizando el siglo con esquemas de respuesta que, en lo básico y fundamental, llevaban desde la primera epidemia manifestándose como inútiles.

Efectivamente, desde la primera gran experiencia pan-europea con el cólera -en propiedad la segunda pandemia iniciada en 1829- se articuló una respuesta basada en las teorías higienistas prebacterianas que, útiles en otras enfermedades, no acertaron a atacar los elementos implicados en la cadena epidemiológica del cólera.

FOTO 008 Congreso Historia de la Enfermería Madrid, noviembre 2012

En Álava, la llegada de esta primera epidemia aconteció unos meses después de iniciarse la primera guerra carlista por lo que, dividida la provincia y rota la estructura administrativa, la información recogida sobre los efectos de la epidemia resultó muy reducida y parcial. A esa limitación se unirían los errores diagnósticos y el ocultamiento voluntario de casos, amén de los intereses económicos, políticos y militares para no declarar la epidemia en algunas zonas o en determinados momentos, que son constantes en los estudios sobre el cólera. Estas mismas limitaciones plasmaron una extensión geográfica de la epidemia por Álava muy reducida respecto a lo que conoceremos en los siguientes embates del cólera, minimizándose así la percepción del impacto de la epidemia tanto entre los cronistas del XIX como entre los investigadores más actuales.

Tal es así que incluso encuentro estudios demográficos del periodo que ni siquiera tienen en cuenta la epidemia colérica de 1834, y los que la señalan apenas lo hacen en la idea de un artefacto demográfico menor, reduciendo a la unicausalidad bélica del conflicto carlista la evidente depleción en las curvas demográficas de población, fecundidad o nupcialidad. Y sin embargo, la curva de mortalidad del decenio 1830-1839 ofrece un sobresaliente pico en el año 1834 claramente superior a la mortalidad media de los años bélicos; además, un 72,5% de la mortalidad de ese año se concentra en la segunda mitad del mismo, dentro de la temporalidad conocida de la epidemia de cólera, con un índice Dupâquier de 7,94 que representa una mortalidad de magnitud fuerte.

Con este punto de partida de nula confianza en las cifras manejadas hasta el momento, se planteó una revisión indirecta de la totalidad de las localidades alavesas a través de los registros parroquiales de defunciones, partiendo de la hipótesis de que la sobremortalidad acaecida durante parte del verano y otoño de 1834, ponderadas las acciones bélicas de importancia conocidas y minimizadas otras variables, como el hambre, debían obedecer a causas extraordinarias que, en ese periodo y estacionalidad, hubieron de estar necesariamente relacionadas con el cólera.

AUTORES
Raúl Expósito González
Enfermero. Servicio de Salud de Castilla – La Mancha. Ciudad Real. Experto en Barberos, Ministrantes y Sangradores

Jesús Rubio Pilarte
Enfermero y sociólogo. Profesor de la E. U. de Enfermería de Donostia. EHU/UPV
Miembro no numerario de La RSBAP

Manuel Solórzano Sánchez
Enfermero Servicio de Oftalmología
Hospital Universitario Donostia de San Sebastián. Osakidetza /SVS
Vocal del País Vasco de la SEEOF. Insignia de Oro de la SEEOF
Miembro de Eusko Ikaskuntza
Miembro de la Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos
Miembro Comité de Redacción de la Revista Ética de los Cuidados
M. Red Iberoamericana de Historia de la Enfermería
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